Y desde siempre;
detrás de los cristales
del poniente,
está la luz de siempre,
partiendo del canal,
que envía siempre,
su diaria intensidad,
tan elocuente.
Y pululan los cantos
de las alegres aves
atrayendo, tal vez,
más cánticos alegres
para hacerte reir
de tus vaivenes
en intrínseca danza
con la brisa,
besando siempre
tu sonrisa breve,
jugando a descansar
en las orillas
del siempre inmenso mar
y su vigilia.
Tornando a la hermandad
de arena y olas
en busca del placer
que siempre ronda
en un ir y venir
de horas sonoras.
Y, desde siempre,
vuelvo a sentir el mar
que ame por siempre,
hurgando entre el oleaje
y las arenas
que juegan y se van,
apenas llegan
a la orilla feliz
que, siempre, las espera.