No preguntes el nombre
del valor ya perdido
entre las duras piedras,
las aguas sin retorno
la maleza infinita
de los campos sin siembra,
la añoranza de vínculos
que no llevan respuestas,
las secuelas de todo,
todo el mal que sintieras,
la desidia, la culpa,
el hambre, y sus tragedias,
el fragor de la noche
que ha calentado el día
sin hallar las consejas.
La calma y sus silencios,
la sabia prevenida,
las manos que, clamando,
se escondieron vacías.
No preguntes el nombre
porque está en las pupilas
más tristes, que te miran,
hablando de dolores
sin pedir la sonrisa,
y haz un clamor clamando
por todas las esquinas.
No preguntes el nombre.
Sal a la calle y siente
la libertad perdida.