Y los vientos se crecen
en un batir de hojas
y la angustia perece
sin importar la aurora,
y los días se marchan,
con las celestes olas
de unas nubes que avanzan
hacia el perfil que añoran.
Y los vientos transcurren
como si fueran olas
en un mar que va y viene
izandose en las copas
de mil árboles viejos
que han sonado sus horas
en distintos escenarios,
¡más allá de sus copas!
Y los vientos amainan.
Prendados a su fuerza
narran los dulces cantos
de las aves guardianas
de vuelos y aleteos,
de alegrías y celos,
de búsqueda y bonanza.
Y los vientos se agitan,
agitando la marcha
de un día que va y viene
como le da la gana.
Y, mientras tanto pienso,
sin ganas de acusarla:
¿cuándo vendrá la luna
a lavarse la cara?