En los viejos papeles
reencontré mis tristezas.
Me hundí en las viejas olas
buscando subterfugios
a mis viejas recetas
y desandé caminos
para encontrar las llaves
de mis tantos motivos
para seguir llorando.
La tristeza que llevo
ganó su propio espacio
se adueño de mi canto,
e hizo lo posible
para seguir andando,
alucinando, a veces,
a veces percatando,
a veces escondiendo
los motivos finales
que originan mi llanto.
Y es que el llanto
es contínuo,
como si no pudiera
descansar del cansancio.
Cuando camino largo,
la soledad me cerca
con sus dedos delgados,
y me siento perdida
en el gran desamparo
de no entender ya, como
se puede vivir tanto,
con la tristeza larga
que me va amordazando,
mientras grito a la vida,
mientras le canto al canto,
mientras amo y me aman,
mientras sonrío y callo,
vertiendo en mis ramales
la tristeza de antaño,
porque es que mi tristeza
¡lleva siglos andando!