En mi mundo de aguas
tal vez no pase nada:
sólo el agua jugando
a traspasar fronteras
en la ruta que traza.
El volar de las aves
encima de las ramas,
el gorjeo incesante
del viento entre las hojas
que avivan, con la brisa,
las ganas de largarse
de la altura a las aguas,
queriendo ser un ave
que sobre el agua vuela
su vuelo de esperanzas…
En mi mundo de aguas,
las mariposas llevan
los gentiles colores
que de la flora emanan,
y las siluetas visten,
igual que las palabras,
ese doble sentido
de los dobles colores
que conjugan las alas.
En mi mundo de aguas,
las espigas florecen
como si fueran dádivas,
y el sol llega y se mete
debajo de sus barbas
iniciando colores
que avizoran la floresta
a lucir sus guirnaldas.
En mi mundo de aguas,
todo se vuelve nuevo
por los tantos colores
que se animan y bailan,
más allá de los verdes,
sobre las ondas cálidas…
Es así como reina
a través de las horas
de los días que pasan,
cuando todo ilumina
y, cantándole al alma,
escribe sus poemas
sugiriendo mañanas,
ese creador de sueños
que entre los bosques canta…